lunes, 31 de marzo de 2008

Día 10º.- 30.Oct.2007. Una bufanda blanca

* Este blog comenzó al tiempo de mi viaje a Nepal, cuyo relato se inicia en el primer post -"Día 0" en "entradas antigüas"- y finaliza en éste -"Día 10º"-.

30.Oct.2007. (En mi cuaderno de tapas rojas no hay nada escrito desde hace dos días. Meses después, cuando escribo este blog, cierro los ojos e intento recordar mi último día en Nepal. La memoria me va trayendo retazos de imágenes que me apresuro a reflejar en mi cuaderno y así, a posteriori y de forma tramposa, surge el guión que seguiré para contar lo vivido, poniendo punto final a esta crónica viajera.)
Me he despertado en Elbrus Home. Duchita y rutina diaria (a estas alturas, ya sabes en qué consiste). Salgo a la terraza en donde tengo preparado el desayuno. Liquido la cuenta de la pensión y Ale, con una hermosa sonrisa, me pone una bufanda de seda blanca alrededor del cuello. Me pilla desprevenido. Lo había olvidado: se trata de la entrañable y solemne despedida del budismo tibetano. Gracias, Ale. Rehago el equipaje para guardar la bufanda que conservaré como un sencillo pero bellísimo recuerdo. (Un buen tipo, Ale. Siempre sonriente. Espero que salga adelante. Como tantos aquí, tiene toda una historia de supervivencia detrás…)

Vamos en taxi hacia el aeropuerto. Antes de llegar, Pedro le dice al conductor que se detenga a la altura del centro de “Maiti Nepal” que está cerca de Patsupathi. El se quedará allí. Es el final de nuestro periplo juntos. (O el principio de una renovada bella amistad Bogie-Louis). Se me ocurre pensar que estos días han dejado un poso común que nos acompañará toda la vida. Me siento profundamente agradecido a Pedro. Salimos del coche para despedirnos. Me rodea el cuello con una bufanda blanca y nos damos un abrazo fuerte de despedida. Que nos vaya bien!

(El abrazo: abrir anchos los brazos que, en seguida, encuentran su imagen inversa reflejada en el otro...acercarse, entregarse...y después cerrarlos fuerte hasta sentir que los corazones se tocan, se funden intercambiándose su calor y sus cosas. Durante unos instantes las almas no alcanzan a distinguir qué piel es la de cada cual. Recuerdo el verso del tango que siempre me ha emocionado..”buscando un pecho fraterno, para morir abrazao” -abrasao, entendía yo, que tampoco está mal- .
Hay que abrazarse más. "Abrazoterapia" lo llama mi amigo Juanjo que siempre procura que no le falte su dosis diaria. Yo también conozco sus efectos terapéuticos.)


Ya en el aeropuerto me gasto las últimas rupias en un bocata y me doy cuenta que no he reservado unas pocas para conectarme a Internet en el cybercafé de la sala de embarque. Es una clara falta de previsión, pues me toca esperar varias horas y ya terminé mis relecturas de Sidharta y Demian (Herman Hesse, qué antiguo soy!). Tampoco tengo mi guía Lonely Planet. A pesar que ayer estuve todo el día llamando por teléfono a Purna, su móvil estaba apagado o fuera de cobertura. Espontáneamente me surge un sentimiento de rabia... me fastidia el hecho de que Purna falte a su compromiso de devolvérmela, después de que se la prestara en plan favor. A veces ocurre. Es la decepción. Confiar en alguien y comprobar que traiciona tu confianza. Pero, bueno, hay que hacer un esfuerzo y no dejarse llevar por los malos rollos que genera. Enseguida tendemos a pensar que no merece la pena confiar en la gente, que al final todo el mundo va a lo suyo... No. No dejaré que los pensamientos negativos me lleven al bucle de la desilusión y el excepticismo. (Hay que pensar en positivo, como Tío Jesús -mi pariente más optimista... y más longevo!-). Quizá Purna haya tenido algún problema inesperado. Pasé unos buenos días con él y esos serán los recuerdos que decido conservar.

Vuelo en el avión a Qatar junto a un tipo asiático (coreano?) gordo, raro y que no habla (quizá esto sea lo mejor). Ya es de noche cuando aterrizamos. En las horas de espera antes de mi vuelo a Madrid, me entretengo caminando por la terminal. Además de ver tiendas y restaurantes, visito la mezquita en donde hay gente rezando permanentemente. Entra en ella un tipo con pinta de talibán y yo me piro por si las flies. Me acerco entonces a la guardería, por cierto multiétnica y “high standing”(Todo es luxury en el aeropuerto de Doha: aire acondicionado hasta la escalerilla del avión, los coches "follow me" son BMWs serie 7,... ) En el sofisticado kindergarten, niños y madres, con indumentarias y aspectos exóticos y variopintos, reproducen, sin embargo, patrones conocidísimos: “baja ya del tobogán que papá está esperando” “ven que te limpie los mocos”…
Voy al bar. El perrito caliente es de pollo y el agua de cebada asquerosa. No aprende uno.

Cuando llaman al embarque para el vuelo a Madrid yo aún sigo con mi bufanda blanca al cuello. Seguiré con ella hasta Madrid y la colgaré en la pared de mi despacho. En el avión viajan muchos españoles que regresan de Tailandia, Vietnam, India,…Doha es para ellos, como para mí, el umbral del regreso. Tengo suerte y me toca un asiento junto a la salida de emergencia. Puedo estirar las piernas. En el avión me dan un kit de vuelo nocturno: mantita, zapatillas, tapones para los oídos,…Despegamos hacia Madrid. Serán varias horas de vuelo y llegaré a la mañana del día siguiente.
Parece que fue ayer cuando empezaba mi viaje. Ha sido el tiempo de un suspiro suspendido en el propio tiempo. Y, en ese suspiro, la vida ha fluído a raudales, intensa y rápida, recorriendo también los rincones del corazón y dejando la huella -o la dentellada- de su paso. En el viaje crees-deseas huir y, en realidad, lo que haces es dar un gran rodeo hacia el punto de partida. Y es que cuando vamos, ya estamos de vuelta. Viajar: entre la huída y el regreso. Vuelve Gardel a cantar: ... "aunque no quise el regreso, siempre se vuelve...."¿siempre se vuelve? Volver: regresar de una huída imposible con la duda (la esperanza?) de saber si el que vuelve es el mismo que se fue. "Pero el viajero que huye, tarde o temprano, detiene su andar. Y aunque el olvido que todo destruye haya matado mi vieja ilusión, guardo escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón".
José Hierro también acude a la memoria: "Alegría es sentir el alma nuestra y viva. Y es cuando más la sentimos cuando la llevamos herida". Esa noche, por encima de las nubes y por debajo de las estrellas, un alma feliz, aunque algo triste, regresa de un sueño cumplido... con la urgencia de comenzar a soñar de nuevo!.