30.Oct.2007. (En mi cuaderno de tapas rojas no hay nada escrito desde hace dos días. Meses después, cuando escribo este blog, cierro los ojos e intento recordar mi último día en Nepal. La memoria me va trayendo retazos de imágenes que me apresuro a reflejar en mi cuaderno y así, a posteriori y de forma tramposa, surge el guión que seguiré para contar lo vivido, poniendo punto final a esta crónica viajera.)



(El abrazo: abrir anchos los brazos que, en seguida, encuentran su imagen inversa reflejada en el otro...acercarse, entregarse...y después cerrarlos fuerte hasta sentir que los corazones se tocan, se funden intercambiándose su calor y sus cosas. Durante unos instantes las almas no alcanzan a distinguir qué piel es la de cada cual. Recuerdo el verso del tango que siempre me ha emocionado..”buscando un pecho fraterno, para morir abrazao” -abrasao, entendía yo, que tampoco está mal- .
Hay que abrazarse más. "Abrazoterapia" lo llama mi amigo Juanjo que siempre procura que no le falte su dosis diaria. Yo también conozco sus efectos terapéuticos.)
Ya en el aeropuerto me gasto las últimas rupias en un bocata y me doy cuenta que no he reservado unas pocas para conectarme a Internet en el cybercafé de la sala de embarque. Es una clara falta de previsión, pues me toca esperar varias horas y ya terminé mis relecturas de Sidharta y Demian (Herman Hesse, qué antiguo soy!).

Vuelo en el avión a Qatar junto a un tipo asiático

Voy al bar. El perrito caliente es de pollo y el agua de cebada asquerosa. No aprende uno.
Cuando llaman al embarque para el vuelo a Madrid yo aún sigo con mi bufanda blanca al cuello. Seguiré con ella hasta Madrid y la colgaré en la pared de mi despacho. En el avión viajan muchos españoles que regresan de Tailandia, Vietnam, India,…Doha es para ellos, como para mí, el umbral del regreso. Tengo suerte y me toca un asiento junto a la salida de emergencia. Puedo estirar las piernas. En el avión me dan un kit de vuelo nocturno: mantita, zapatillas, tapones para los oídos,…Despegamos hacia Madrid. Serán varias horas de vuelo y llegaré a la mañana del día siguiente.
Parece que fue ayer cuando empezaba mi viaje. Ha sido el tiempo de un suspiro suspendido en el propio tiempo. Y, en ese suspiro, la vida ha fluído a raudales, intensa y rápida, recorriendo también los rincones del corazón y dejando la huella -o la dentellada- de su paso. En el viaje crees-deseas huir y, en realidad, lo que haces es dar un gran rodeo hacia el punto de partida. Y es que cuando vamos, ya estamos de vuelta. Viajar: entre la huída y el regreso. Vuelve Gardel a cantar: ... "aunque no quise el regreso, siempre se vuelve...."¿siempre se vuelve? Volver: regresar de una huída imposible con la duda (la esperanza?) de saber si el que vuelve es el mismo que se fue. "Pero el viajero que huye, tarde o temprano, detiene su andar. Y aunque el olvido que todo destruye haya matado mi vieja ilusión, guardo escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón".
José Hierro también acude a la memoria: "Alegría es sentir el alma nuestra y viva. Y es cuando más la sentimos cuando la llevamos herida". Esa noche, por encima de las nubes y por debajo de las estrellas, un alma feliz, aunque algo triste, regresa de un sueño cumplido... con la urgencia de comenzar a soñar de nuevo!.
