Madrid, 9 de enero. Me despierto. Miro por la ventana (desde niño tengo esa costumbre norteña de mirar al cielo por la mañana para saber si va a llover).
Cuando llega mi turno, yo también asumo el rol de ser repartido y subo de nuevo a la calle nevada en la que es difícil caminar sin caerse y arribo a tiempo a mi cita. Salgo al cabo de una hora con un triunfo “menor” para llevar a la oficina. Al poco rato estoy, de nuevo, montado en el underground. Relajado después de lograr mi objetivo del día, ahora soy uno más de los que se amodorran en los asientos y me entretengo imaginand0, soñando que voy a vivir a un lugar al sur, tranquilo, cerca del mar, cálido, sin transporte público… (y sin tener que pagar hipoteca, que llevo 34 años pagando hipotecas!). Es entonces cuando caigo en la cuenta y decido escribir sobre el día de hoy, curiosa alegoría en la que descubro, casi divertido, mis propios temores y reflexiones ante recientes acontecimientos, ante lo inesperado: arriba y abajo, frío y calor, … Y sin mencionar la dichosa palabrita tan de moda. A buen entendedor…Luz de Luna
El día ya se despidió cuando salgo a pasear con Uko. Hace un frío soportable y sigue nevando. La noche avanza a cámara lenta, ralentizada, ensimismada. En el cielo –oscuro- se distingue –claro- el círculo casi completo de una luna casi llena. Alrededor de las farolas de la calle hay otros círculos luminosos , más bien esferas, en las que miles, millones de copos de luz se balancean, se contonean, bailan suspendidos en el aire nocturno sin querer llegar al suelo en el que perderán para siempre su individualidad.
Me vienen a la memoria recuerdos -lejanos ya- de una noche en el sur de Francia, cuando creí que el tiempo [Bergson] podía ralentizarse al ritmo de la nieve al caer y parar a pensar, tomar distancia, distinguir entre lo urgente y lo importante, vislumbrar las posibilidades de cambiar las aceleradas rutinas cotidianas.
En un paisaje cubierto por la nieve recién caída [Tintín en el Tíbet] Uko hunde su hocico
buscando rastros familiares. A medida que camina, sus pasos quedan impresos en la gran página en blanco del suelo, y yo juego a imaginar pisadas apresuradas haciendo espirales… patinazos… la silueta de un cuerpo tendido… o de dos cuerpos con una sola huella. Oigo cantar suave a Don Mc Lean en su homenaje a Van Gogh: “the silver thorn of bloody rose lie crushed and broken on the virgin snow”. Uko no se ha podido resistir y se revuelca gozoso en la nieve. Es entonces Don Antonio el que susurra al oído: “caminante, no hay camino, se hace camino al andar: golpe a golpe, verso a verso”... golpe a golpe.... ¿beso a beso?
