domingo, 3 de febrero de 2008

0.- Del diario al blog

22 de Octubre de 2007. Pedro, mi “guía-sherpa” en este viaje -el viaje soñado de mi vida-, se empeña en abrir un “blog” para mí. Es de noche -mi primera noche en Katmandú- en un cibercafé del barrio de Thamel. Estoy agotado . Se me cierran los ojos y mi amigo, inasequible al desaliento, me pregunta con entusiasmo: ¿Cómo quieres que se llame el blog? ¿Qué colores te gustan para los fondos de pantalla? Mira que fácil es importar una foto... ¿ves? Apenas logro contestar a sus preguntas. En su ánimo no parece influir todo el tiempo que llevamos de viaje. Salimos de Madrid hace más de 30 horas. A mí, cada minuto me pesa en los párpados y no puedo más. Me da la impresión de que mi falta de atención le está decepcionando… pero es que él duerme en los aviones y yo…no!

Meses más tarde

Durante mi viaje, todos los días -o mejor dicho, todas las noches- antes de caer rendido en la cama, he escrito un diario. Lo visto y vivido ha sido tan variado y novedoso que quería dejar constancia de todo. No bastaban las más de 100 fotos que tomaba cada día. Tenía que intentar reflejar mi experiencia y mis sensaciones en negro sobre blanco. Por eso, a la escasa luz disponible, cada noche escribía y escribía hasta que el sueño me iba venciendo. Y, cuando sentía que eso iba a ocurrir de forma inminente, con una letra apenas ya legible, apuntaba las últimas palabras que al día siguiente me servirían de claves para recordar y seguir escribiendo. No quería olvidarme de nada!


Releo mi diario y me propongo ahora transcribirlo en este nuevo medio, este espacio virtual cuya puerta me abrió Pedro. Confieso que supone un reto personal a mi pudor, pues hasta ahora, nada de lo que he escrito “para mí” ha traspasado el umbral de lo íntimo: han sido textos en los que he intentado reflejar pensamientos o sentimientos que tienen que ver con ocasiones muy concretas. O quizá debería decir “arrebatos”, pues en esos momentos mi estado de ánimo solía estar “disparado”: eufórico a veces, otras apesadumbrado o angustiado,… En ese trayecto directo del alma al papel, el torrente de palabras no respetaba reglas estilísticas, sintácticas, ni ortográficas! Y así guardé esos escritos: “garrapateados” en hojas sueltas entre páginas de libros, perdidos en el disco duro del PC o apenas esbozados en cuadernos, como éste de tapas rojas que recoge mi diario de viaje. A partir de él intentaré reescribir lo vivido, pero esta vez utilizando un lenguaje “inteligible” también para otros. Tal vez así encuentre una nueva forma de “viajar” en la que tú, que me estás leyendo, quieras acompañarme.